Particularidades del Lenguaje Natural

Con el apelativo: lenguaje natural, no me refiero a lo que habitualmente se entiende como tal, desde la filosofía del lenguaje, es decir, el lenguaje hablado o escrito por humanos para propósitos generales de comunicación, al que yo denomino lenguaje convencional, sino, aquel lenguaje que, sustentado en la complejidad biológica, permite la comunicación entre los seres vivos. Esta comunicación, obviamente, no alude al mero intercambio de información como la que posibilita el lenguaje convencional, sino a un modo de reorganizar la realidad circundante, con el fin de una mayor y más adecuada adaptación.

Lo anterior sugiere que hay distintos lenguajes naturales. Efectivamente, y como ya lo dijimos, es la complejidad biológica la que determina el tipo de lenguaje natural a considerar.

Así, los animales simples (uní o multicelulares) y las plantas, poseen un lenguaje natural que denominamos táxico, porque responden (se comunican) con acciones ante cambios o transformaciones que se hacen evidentes en su entorno. Es de tipo inmediato, ya que solo se maneja en el presente, involucrando una reacción o comportamiento que se constituye en la manifestación más primitiva de comunicación afectiva (por sensible), a la que denominamos instintiva, ya que siendo innata o no planeada, se hace manifiesta en las tendencias básicas y específicas, cuyo fin es la conservación y protección inmediata de la vida y la continuidad de la especie. Su punto de acción es el sujeto como tal.

Los animales, o aquellos seres vivos multicelulares, no humanos, con sistema nervioso central, tienen un lenguaje sígnico, porque pueden relacionar dos objetos mediante un cambio o transformación, esto es, pueden expresar lo 'internalizado' mediante un signo. Esto les permite una relación facultativa (no obligada) con alguien o algo que no es él. Este nivel de lenguaje natural se maneja en el presente, pero también dispone del pasado; este último hecho se evidencia en un aprendizaje de mayor calidad que, no solo posibilita sortear obstáculos simples, sino también estructurar conductas repetitivas, es decir, conocer. El lenguaje sígnico de los animales, si bien presupone la existencia de una proto-psiquis, no requiere elaboración alguna, o sea, no involucra cognición. La comunicación que utilizan se denomina emocional, porque representa la expresión neurovegetativa de una emoción, que trasunta estados afectivos internos inconscientes y sin elaboración, modificables por la experiencia. El objetivo de su accionar es el individuo o sujeto en relación.

El hombre tiene la posibilidad de relacionar a sujetos y objetos mediante un cambio o transformación. Su lenguaje natural puede expresar las características de los dos lenguajes anteriores, además de las de su propio nivel gracias al grado de integración que se da en el ser humano, de los soportes neurobiológicos respectivos. El lenguaje natural humano es simbólico, porque permite comunicar signos comprendidos, o sea, aquellos que surgen cuando se le ha encontrado el sentido a un hecho determinado. La comunicación que utiliza se llama emotiva, porque se refiere a la posibilidad de provocar una emoción en el otro, como ocurre por ejemplo, en el discurso.

En el plano temporal, este tipo de comunicación se maneja poniendo de relieve el futuro en el presente, abarcando desde el pasado hasta el pretérito futuro, pasando por el presente, el eterno ahora. Este método de regulación y control, surgido a este nivel, lo llamamos predictivo y es el que faculta al hombre, y solo a él, para un manejo muy particular del futuro. En esta oportunidad, vamos a detenernos específicamente en esta peculiaridad de la corteza cerebral del hombre, cual es la ‘anticipación del futuro’, que se refleja en su lenguaje natural, llamado pretérito futuro.

Lo que fue, será. Se tiene una respuesta antes que el futuro se haga presente. Este futuro no es un ‘futurible’, es decir, no es un futuro condicionado en causa y efecto, sino solo en la causa, por algo que ocurrió con anterioridad. Podríamos de alguna manera asemejarlo a un ‘futurable’, por ser similar al futuro deseable de Jouvenel (1967) y digo similar porque aquí, a diferencia de lo propuesto por este autor francés, el deseo no se origina necesariamente en un cuestionamiento de la situación presente, cuyo origen está en lo que se aprendió en el pasado, sino que por haberse originado y satisfecho en el pasado, determina el futuro. Si algo no fuera lo que fue, seguramente no es lo que parece ser. Esto no es hacer ‘prospectiva’ o imaginar un futuro, es predecir el futuro para dar cumplimiento a un solo deseo: seguir vivo. No debe confundirse con el tiempo de verbo futuro anterior que describe una acción que va a desarrollarse en el futuro, pero que ya quedó completamente definida en el pasado, es decir, que indica una anterioridad de la acción. En el pretérito futuro nada se dice de la acción en sí, solo del ubérrimo pasado; además no es un tiempo verbal. ¡Es un tiempo vital!.

Una expresión convencional que lo caracteriza adecuadamente es: ‘haré lo que pude’; la cual no es un juego de palabras sobre la expresión: ‘aré lo que pude’, la que se le atribuye a San Patricio Labrador (el patrono de Madrid), ni tampoco un uso impropio del subjuntivo (‘haré lo que pueda’), sino una expresión superficial directa de lo que acontece en las profundidades de la psiquis, en donde se articulan, de una manera inconsciente, las respuestas a los estímulos, ajustándose a la experiencia. Estas respuestas que cuando están equivocadas, disparan una corrección consciente para aumentar la experiencia y acertar la próxima vez en que se enfrente un hecho real de similares características.