Una mañana en Trapiche

Una agradable mañana, hace ya varios años, me encontraba disfrutando de unas vacaciones en Trapiche (San Luis). Como acostumbraba habitualmente en casa, ese día me dispuse a desayunar muy temprano, mientras leía un libro de Filosofía. Mi habitual soledad en esas circunstancias se vio interrumpida por alguien, que al parecer, compartía mi desvelo. En tono afable, y pidiendo las disculpas pertinentes, hizo un comentario sobre el título del libro que estaba leyendo. Así conocí, casualmente, a un personaje inolvidable: Adolfo Ruiz Díaz, un intelectual brillante, amplio dominador de la literatura, la filosofía y las artes plásticas.

El recuerdo de aquel instante irrepetible de mi vida está motivado por un artículo publicado esta mañana por diario Los Andes sobre la muy nutrida biblioteca que Ruiz Díaz legó a las próximas generaciones.

Lamento no haber podido departir más tiempo con alguien tan sabio. En ese entonces, solo me dedicaba a mi Cardiología, y ni en sueños podía imaginar que estuve caminando toda la mañana, por la orilla de un sereno riacho junto a quien fue Decano de la Facultad de Filosofía de UNCuyo, en donde me doctoré en Lingüística 36 años después.

A propósito, busqué en los catálogos de Biblioteca de la FFL su libro: "Borges. Enigma y Clave". Inexplicablemente, no se conserva ni un solo volumen, y eso que fue por esta obra que el mismo Borges, dijo que él en realidad no existía, sino que era el invento de un profesor de Mendoza.