... 30 años sin Borges



Llueve sobre Buenos Aires, sin embargo, me parece que es el empedrado y no el cielo el que ha llorado, largamente, su ausencia. Una ausencia eterna, una ausencia circular.

Llueve sobre Buenos Aires, y un lánguido farol se empecina en regalarnos la ilusión parpadeante de una luna que la alta noche oculta, pero que alcanza para adivinar la orilla con solo sugerirnos su sendero agreste.

Llora Buenos Aires por su arrabal y sus esquinas rosadas, sus cuchilleros y sus aljibes, sus zaguanes y sus destinos, que aunque le dan la vida, provocan su llanto porque no concibe el vivir sin la presencia de quien por haberla parido, la dotó de todas estas posesiones mágicas y eternas.

Llora Buenos Aires, la sumió en la congoja el silencio de los espejos y la desaparición del amarillo de esa luminosidad eterna y de las sombras aciagas de la reclusión en un mundo de libertades invisibles. Se cargó de pena por los fatigados laberintos y un Aleph que no revelará sus misterios nunca más.

Llora Buenos Aires y llorará por siempre. ¡Borges ya no está!

Dante Roberto Salatino