Su imagen infinita


El tiempo puede que sea eterno pero las horas y los días de los hombres son finitos. Aunque algunos hombres, como Borges, son infinitos. Por eso, elegí el crepúsculo del día para rendir este pequeño y habitual homenaje, porque a esta hora las sombras en su prolongarse sin fin, remedan su inmensa figura y la linde liberadora de su espíritu y de su pluma.

Hoy para recordarlo no se me ocurrió algo mejor que releer, por enésima vez, "El libro de arena", ese que le quitó sus amigos y el sueño, aunque a veces soñaba con él, y que terminó escondiendo en uno de los húmedos anaqueles del sótano de la vieja Biblioteca Nacional de la calle México 564 del barrio de San Telmo.

Ese libro monstruoso con tapas raídas e infinitas páginas, corruptor de la engañosa realidad que nos regala la apariencia.

A 31 años de su muerte una prueba más de su grandeza.